Saxofón Latinoamericano


La investigación sobre el saxofón en el contexto de la creación musical contemporánea de América Latina ha sido una preocupación permanente del trabajo artístico y docente del Dr. Miguel Villafruela, con el propósito permanente de ampliar el repertorio para el instrumento e incentivar la motivación hacia la creación de obras para el saxofón de parte de los compositores latinoamericanos.

En ese sentido, esta publicación Saxofón Latinoamericano tiene entre otros objetivos, a difundir la creación de los compositores latinoamericanos para saxofón e informar todo lo relacionado con el repertorio para el instrumento, existente en esta región del mundo.

Esta página es la primera edición para Internet que aborda el tema del saxofón en América Latina y a la vez se convierte en la actualización y renovación constante de su libro El Saxofón en la Música Docta de América Latina.

Obra escogida

CompositorValdés Boitel, Gilberto (1905 -1972.0 )
PaisCuba
ObraBaro (1940)
FormatoSaxofón y piano
Instrumentación Saxofón alto y piano
Duración3:40
Nivel4° año
Datos CompositorGilberto Valdés Boitel. Destacado compositor y director de orquesta cubano de música popular y de concierto. Llamado por Alejo Carpentier “especie de Gershwin criollo”.
Estudios
En su ciudad natal realizó los primeros estudios musicales. En 1920 se trasladó a Cárdenas donde ingresó en la filial del Conservatorio Payrellade de esa localidad. En sus años de adolescencia integró la orquesta de José Raventós, en Jovellanos, en la cual tocó Flauta y Clarinete.

En La Habana cursó estudios de composición con el maestro español Pedro San Juan y materias teóricas con el profesor Hernández Pilato, al tiempo que estudiaba contabilidad.
Trayectoria artística
Su carrera como músico profesional comenzó en la orquesta de Alfredo Brito. También trabajó como flautista y saxofonista con la orquesta Hermanos Lebatard y dirigió por un tiempo la orquesta del cabaret La Verbena, en la cual tocó, como pianista, el luego famoso chansonier Ignacio Villa, Bola de Nieve. Años más tarde Gilberto Valdés completó su formación musical en Estados Unidos con David Saperton, entre otros maestros.

Entre las décadas de 1930 y 1940 Gilberto Valdés compuso varias obras en un estilo similar al de Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, como las piezas orquestales Danza de los braceros, Liko tá tumbé y Guaguancó. En esa faceta de su producción se destaca Evocación negra, pieza lenta en el estilo de los lamentos y los afros, pero en una extendida tonalidad neo-expresionista.

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En 1935, en el teatro Principal de la Comedia la cantante Rita Montaner con el pianista Rafael Betancourt, estrenó un grupo de composiciones de Gilberto Valdés concebidas para Soprano y Piano: Bembé, Baró, Tambó y Sangre africana, obras de concierto referidas al folklore afrocubano, por muchos años preterido de la cultura “oficial”. A partir del mismo año Valdés se presentó en el programa “Sensemayá”, de la emisora de radio CMCF dedicado a difundir la música afrocubana.

Gilberto Valdés fue uno de los cercanos colaboradores con los cuales contó Fernando Ortiz en sus investigaciones musicales folklóricas. En 1937, con el apoyo de Ortiz, la Alcaldía de La Habana y el Departamento de Turismo de la Ciudad, Valdés dirigió tres conciertos con su música en el Anfiteatro de la capital –uno de ellos gratuito para el público– al frente de una orquesta integrada por sesenta músicos, un nutrido coro de voces y los mejores percusionistas populares que en ese momento existían en Cuba, con el cantante Alfredito Valdés y Rita Montaner como figura principal. Entre las obras presentadas en esos conciertos se encontraba Ilé’nkó-Ilé’nbé, obertura para soprano, barítono, coro y orquesta, una de sus composiciones primordialmente escritas en lengua yoruba.

Gilberto Valdés se destacó en la década de 1930 por haber sido el primero que escribió obras con extensos pasajes cantados en lenguas africanas; el primero también en incorporar cantos y toques enteros del repertorio religioso afrocubano a obras orquestales y en incluir ejecutantes de la música de la santería en las agrupaciones sinfónicas. Todo ello le valió duras críticas, en especial, la del español Adolfo Salazar, quien opinó en sus Estudios afrocubanos que la obra de Valdés era “una música primitiva, música que parece hallarse en una etapa ancestral del arte, cuando (...) no existían aún las fórmulas de cocinar el arte en los conservatorios y en los tratados de composición”.

Si bien algunos críticos veían con aprehensión las obras de Alejandro García Caturla y Roldán, reservaban sus críticas más duras para las de Gilberto Valdés, en las que figuraban músicos callejeros. Lo acusaron absurdamente de intentar revivir “formas musicales de un estadio inferior de desarrollo con la intención expresa de avergonzar a la comunidad negra”.

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En mayo de 1940 grabó para RCA Víctor, con orquesta, cuatro de sus composiciones: Tambó (danza-afrocubana), Rumba abierta (rumba), Sangre africana (danza-afrocubana), y La conga viene ya (conga). Por esos años Miguelito Valdés popularizó, con la Orquesta Casino de la Playa, uno de los famosos pregones: Ecó.

A inicios de 1944 la Orquesta Filarmónica de La Habana ejecutó su canción de cuna Ogguere, con Wilhelm Steinberg como director y la soprano Berta Villa. En abril del mismo año se tocó Rumba abierta, también bajo la conducción de Steinberg. En 1945 Erich Kleiber al frente de la Filarmónica estrenó Danza de los braceros en el teatro Auditórium, pieza que figuró en varios conciertos de la temporada.

Desde mediados de 1940 Gilberto Valdés vivió fuera de Cuba. En Nueva York fundó la primera orquesta con formato charanga de esa ciudad en la cual, ya por entonces, bien cotizadas agrupaciones “de música latina” tocaban piezas suyas en escenarios exclusivos, si bien con arreglos que simplifican sus complejidades rítmicas, melódicas y armónicas.

Machito incluyó Que vengan los rumberos entre las primeras grabaciones que hizo con su orquesta en 1942; poco después grabaron números suyos las orquestas de Xavier Cugat (Ecó y El botellero), Carlos Molina (Koki Kocá) y otras.

Entre 1946 y 1956 Gilberto Valdés fue director musical de la compañía de ballet de Katherine Dunham con la cual recorrió varios países de Europa. En ese periodo, cuando lo permitían los contratos, visitaba La Habana y hacía presentaciones esporádicas. Fueron muy publicitadas sus actuaciones en 1948 al frente de una orquesta creada al efecto en la emisora Cadena Azul, con Miguelito Valdés como intérprete de su música.

En esa década escribió partituras para varias películas, entre ellas, las producciones cubanas Sucedió en La Habana y Mi tía de América.

La firma Montilla editó dos discos de larga duración a inicios de la década de 1950 con Valdés a cargo de las orquestaciones y en la dirección de la orquesta de Cámara de Madrid. El primero de ellos, Cuban Ballet es una suite de obras de su autoría: Tambó, Baró, Guaguancó, Mi rumba, Ballet cubano y Yo vengo de Jovellanos. Las seis piezas se encuentran muy desarrolladas orquestalmente, con utilización de múltiples recursos; destaca el papel de la percusión como protagonista, sin que este resulte excesivo o abrumador. El otro disco publicado por Montilla, hoy lamentablemente fuera de catálogo al igual que el anterior, es Hi Fi in the Tropics, muestra de piezas populares cubanas (danzas, boleros, canciones de varios autores) en la que incluyó su conocida conga La conga viene ya.

Gilberto Valdés ofreció su primer concierto en el Carnegie Hall en 1954 y otro en 1959.

Tras el triunfo de la Revolución regresó a Cuba y ocupó cargos de importancia como presidente de la Asociación de Compositores de Cuba, y director del Instituto Nacional de la Industria Turística de Cuba. En esa etapa trató de impulsar la construcción de instrumentos autóctonos afrocubanos y otros de su invención como la “valdímbula”, especie de marímbula ampliada con sesenta flejes que imitaba el sonido de los tambores rituales afro-cubanos. Con ese instrumento realizó grabaciones que luego se publicaron comercialmente.

En 1960-61 dirigió la Gran Orquesta Típica Nacional, integrada por sesenta y cuatro músicos escogidos entre los mejores instrumentistas del país, experiencia que quedó registrada, gracias a la firma cubana Puchito, en un excelente disco de danzones profusamente orquestados e inmejorablemente interpretados. Una de las piezas, su danzón Barbudos, desapareció en las ediciones del disco que se hicieron en el extranjero. En Cuba no se reeditó la placa.

A inicios de la década de 1960 apareció también su disco La música del maestro Gilberto Valdés (Panart) con una big band que, al igual que en el caso de la Gran Orquesta Típica, reunió a verdaderas estrellas de cada instrumento.

Escribió la música de la obra teatral El solar (con libreto de Lisandro Otero y coreografía de Alberto Méndez) que permaneció largo tiempo en cartelera. Dirigió la orquesta en un larga duración de la soprano Georgia Gálvez, en el cual se incluye Ogguere. Hasta 1964 trabajó (compuso música, dirigió orquestas) para el [[Ballet Nacional de Cuba] y el [[Ballet de Danza Moderna de Cuba]].

A mediados de la década decidió regresar a Nueva York. Allí dirigió una orquesta tipo charanga con la cual hizo algunas grabaciones.

Sobre Gilberto Valdés, Alejo Carpentier escribió en su breve historia de la música cubana:

“especie de Gershwin criollo, que nos ha dado una Rapsodia de pregones y varios poemas sinfónicos afrocubanos para orquesta. Sin embargo, a pesar de sus ambiciones expresivas, Gilberto Valdés nos resulta más interesante en su rumba abierta, para orquesta, llena de desparpajo y gracia, en sus páginas breves para canto y orquesta –Ogguere– o para voz y piano –Baró–, en la que se nos muestra tan amablemente espontáneo, criollo, fantasioso, en virtud de una cierta familiaridad con los materiales tratados que se basta a sí mismo, sin exigir mayores búsquedas”.